http://arte.observatorio.info/2008/06/apolo-de-belvedere-leocares-h-350-ac/ |
Ahir parlàvem de l’actitud humanística cap al món que inaugura el grec i
avui ampliem aquesta disposició d’ànim amb un article de l’hel·lenista Carlos
García Gual, publicat al suplement d’El País, Babèlia, 7 vii 2012: “Nuestra
deuda con Atenas” és una bona síntesi de l’aportació grega a la nostra manera
de mirar i ser. Als tres paradigmes de Bellesa, Llibertat, i Veritat -que el mestre Josep Alsina i Clota va repetir en l’obra
de divulgació Comprendre la Grècia
Clàssica, Teide, Barcelona 1983 (1)- García Gual hi afegeix el Diàleg, mare de la tragèdia i la
comèdia, però també de l’àgora i de la democràcia -Amamos
la belleza sin ostentación y buscamos el saber tenazmente (Pèricles).
Els
grecs van inventar gairebé tots els camins del saber, com ho proven tants
termes grecs en ús per parlar del món. Podrirem definir, continua García Gual,
allò grec amb dos mots: logos i polis, de manera que la definició que
assaja Aristòtil d’home, zoon politikón,
es traduiria com “animal de ciutat que té logos”. Paraula o raó que navega per
les aigües de l’espill del mythos,
que encara avui ens sedueix i recreem.
Philanthropia, concepte estoic, la fraternitat
de tots els homes, testimonia l’embranzida d’Alexandre el Gran que no
aconseguirà l’imperi universal sinó l’eixamplament de la cultura cap a la seva
universalització: la distinción usual
entre “griegos” y “bárbaros” no debía fundarse en la raza ni en el país de
origen, sino en la educación y la cultura (paideia). Solo ésta marcaba la diferencia entre unos y otros.
Los estoicos, entonces, sostenían la fraternidad de todos los seres humanos,
miembros de una sola comunidad, que compartía el logos. En latín, paideia se
tradujo acertadamente como “humanitas”.
En conclusió, Frente al moderno y fáustico “homo faber”, entregado con furor
a la tecnología y la mecánica, el griego era contemplativo y dialogante,
entusiasta de la belleza del cuerpo y del alma, experto en viajes odiseicos. Punt de partida de l’aventura de
l’humanisme, El amor por la Grecia
antigua y el estudio histórico del mundo clásico marcaron el humanismo europeo
desde el Renacimiento hasta el siglo XX. De manera que García Gual ens ha
introduït en un bell i transparent quadre sinòptic de la història d’Europa.
NOTA: 1: Podem definir:
Bellesa: No hi ha res més de més bell que allò que hom
estima (Safo)
Llibertat: Resolució contra necessitats i contingències per no
ser d’un altre qui pot ser d’ell mateix – Alterius
non sit, qui suus esse potest; afornisme medieval.
Veritat: Tots els homes tendeixen per natura al saber
(Aristòtil)
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/f/f0/NAMA_Galate.jpg |
Nuestra
deuda con Atenas
Charlatanes
y discutidores, los griegos inventaron casi todos los caminos del saber
Inauguraron una actitud ante el mundo: tenían un
inaudito afán de conocer y conocerse, entusiasmo por la libertad, anhelo de
belleza cotidiana y una animosa confianza en el diálogo. En las orillas del
mar, “sonrisa innumerable de las olas” y camino de infinitas aventuras,
inventaron leyes, exploraron el cosmos y teorizaron con entusiasmo. Para
retratar el carácter ateniense, Pericles dijo, según cuenta Tucídides: “Amamos
la belleza sin ostentación y buscamos el saber tenazmente”. Admirable lema para
una ciudad y una cultura. Y solo a un griego como Aristóteles se le pudo
ocurrir como algo evidente que “por naturaleza, todos los hombres anhelan el
saber”. A otros pueblos los definen otros afanes: aman la piedad religiosa, el
dinero, las guerras de conquista, el fútbol o la gastronomía. Solo en Grecia
“filosofar” no fue un raro oficio profesional, solo allí fue la política una
tarea común de la democracia. En Atenas, la educación comenzaba por saber
poesía (Homero, sobre todo) y acudir al teatro de Dioniso. Otras ciudades
anteponían el atletismo, la gimnasia y las hazañas bélicas.
Los dioses griegos, hechos a imagen y semejanza de los
seres humanos, incluso demasiado humanos, pero más hermosos, frívolos y
felices, no acongojaban la vida de sus creyentes; fiestas colectivas y
certámenes deportivos eran frecuentes y populares. Frente al despotismo de
otros pueblos, como los persas, los griegos —cuenta Heródoto— se sentían
orgullosos de obedecer solo a sus propias leyes; frente al hieratismo de los
sabios egipcios, creían en la vivacidad y la belleza de lo efímero con
entusiasmo juvenil. El arte en otros países es rígido, solemne y atemporal; el
de los griegos expresa el amor a lo humano embellecido y trágico, como hacen a
su modo sus poetas y sus pensadores.
La inquietud intelectual, la exploración del mundo y
de uno mismo, la pregunta por la naturaleza y la condición humana son rasgos
históricos del helénico estar en el mundo. Sabiendo que “todo fluye”
(Heráclito) y “no todo lo enseñaron desde el principio los dioses; con el
tiempo, avanzando en su busca, los hombres encuentran lo mejor” (Jenófanes), y
“el ser humano es la medida de todas las cosas” (Protágoras), y “la medida es
lo mejor” (uno de los siete sabios), y “la vida irreflexiva no es digna de
vivirse” (Sócrates).
Los griegos inventaron o rediseñaron casi todos los
caminos del saber: los más clásicos géneros literarios (poesía épica y lírica,
la tragedia y la comedia), la historia, la filosofía y la medicina, las
matemáticas, la astronomía, la política y la retórica, la ética y la astronomía
y la geografía, los juegos atléticos, la escultura y las artes plásticas,
etcétera. Pero más allá de los datos concretos, de todo el inmenso y prolífico
legado que anima las raíces de nuestra cultura, lo más admirable es esa
apertura o inquietud del espíritu. Lo que el léxico recuerda en tantísimos
vocablos de abolengo heleno: kosmos,
physis, philosophía, téchne, nomos, demokratía, politiké, poíesis, mythos,
logos, historía, arché, théatron, etcétera. (Es
decir, universo y orden, naturaleza, filosofía, arte y técnica, ley,
democracia, ciudadanía, poesía, mito, palabra y razón, historia, principio,
teatro, etcétera). Si nos pidieran definir lo griego en dos palabras,
elegiríamos logos y polis,
con el visto bueno de Aristóteles, que definió el ser humano (ánthropos) como un animal de
ciudad (zoon politikón)
que tiene logos.
(Logos es intraducible por su amplio campo semántico:
significa “palabra, razón, relato, razonamiento, cálculo” y su sentido se
precisa en el contexto). Dios es fundamentalmente logos,
dirá el evangelio de Juan. Como animal lógico y político, el hombre necesita el
diálogo y el ágora y el teatro. Exageraba Borges cuando dijo: “Los griegos
inventaron el diálogo”, pero ciertamente lo practicaron más que ningún pueblo.
Eran charlatanes y discutidores sin tasa. Platón escribió toda su filosofía en
diálogos dirigidos por Sócrates, inolvidable conversador.
Frente al logos estaba, como sabemos, el mythos (relato
antiguo y memorable). En la competencia de ambos, una historia bastante
conocida, se impuso el primero, que explicaba el mundo de modo más objetivo y,
como diría alguno, más rentable. Porque con él se podía razonar sobre todo:
“Justificar las apariencias” o “salvar los fenómenos” (según Anaxágoras) y
demostrar que existe “una armonía oculta mejor que la visible” (Heráclito). La
lógica y los silogismos justificaban la realidad mucho mejor que los
fantásticos mitos. Aun así, el mito subsistió en la imaginación y la
literatura.
Y debemos dar gracias (y no solo a los dioses) por los
encantos de su espléndida mitología. Aunque ya no sintamos devoción por los
dioses griegos ni hagamos poemas a sus héroes, pensemos qué pobre sería nuestro
imaginario y nuestro arte sin sus figuras seductoras, sin sus nombres y gestas.
Sin Odiseo ni Hércules, sin Orfeo ni Edipo, sin la bella Helena; sin Dioniso,
sin Afrodita, sin Prometeo, y otros fantasmas familiares. No hay en la cultura
universal ningún otro repertorio fabuloso comparable en fantasía dramática ni
en prestigio literario.
No voy a insistir en los prestigios míticos, pero sí
quiero apuntar que se prestan a múltiples reciclajes y recreaciones (que fueron
materia constante del teatro clásico). A menudo de hondo trasfondo humanista.
Un ejemplo: Prometeo les robó el fuego a los dioses para dárselo a los humanos
(que sin él habrían muerto pronto de hambre y frío). Según Esquilo, inventó
todas las artes y técnicas: de la navegación a la medicina, incluyendo la
escritura, los números (“el saber más alto”) y la mántica. Por ello, Zeus lo
castigó y tuvo que sufrir tormento en el Cáucaso, redentor rebelde y
revolucionario. Había irritado a los dioses su “amor a los humanos”, su
titánico trópos
philánthropos.
La philanthropía, otra
clara palabra griega, está relacionada en un viejo texto hipocrático con philotechnía (amor
a la téchne,
otra palabra de difícil traducción, es tanto “técnica” como “arte, oficio”).
Ambas cosas deben ir unidas, en la intención del viejo Titán y en la del
anónimo escritor. La filantropía es un hermoso concepto que se desarrolló sobre
todo en el helenismo, cuando algunos griegos posalejandrinos hicieron notar que
la distinción usual entre “griegos” y “bárbaros” no debía fundarse en la raza
ni en el país de origen, sino en la educación y la cultura (paideia). Solo esta marcaba
la diferencia entre unos y otros. Los estoicos, entonces, sostenían la
fraternidad de todos los seres humanos, miembros de una sola comunidad, que
compartía el logos.
En latín, paideia se
tradujo acertadamente como “humanitas”.
(Se nos va quedando lejos la idea griega de educación, cuando la reducimos a un
aprendizaje de “destrezas” y manejo de diversas tecnologías orientadas a lo más
rentable, algo que no entraba en la idea antigua de la educación, la que heredó
y desarrolló a su sombra el humanismo europeo).
En las estatuas de los jóvenes y en las de los dioses
se aprecia el sentido helénico de la belleza, idealizada en la época clásica y
más realista y apasionada luego. Un ideal de belleza que ha perdurado siglos.
Pero la seducción de sus imágenes no solo se halla en los grandes monumentos y
no solo anima los textos más clásicos, sino que animaba el encanto de sus artes
menores. Una copa o una urna griega reflejan el mismo afán por lo bello. No solo
nos fascinan los templos de esbeltas columnas o los vastos teatros, sino
también las pequeñas esculturas o las escenas de la humilde cerámica, que
atestiguan una vivaz y original artesanía de gracia inimitable. Incluso en sus
logros más sencillos se percibe la “noble sencillez y serena nobleza”, según la
famosa frase de Winckelmann.
Platón escribió que el impulso natural del filosofar
estaba en la admiración. Dice Heródoto que la historia se escribe para salvar
del olvido “hechos y cosas admirables”. Admirarse del mundo motivó su incesante
ardor creativo y su busca de explicaciones en los ámbitos más diversos de la
poesía y la cultura. Frente al moderno y fáustico homo
faber, entregado con furor a la tecnología y la mecánica, el
griego era contemplativo y dialogante, entusiasta de la belleza del cuerpo y
del alma, experto en viajes odiseicos.
El amor por la Grecia antigua y el estudio histórico
del mundo clásico marcaron el humanismo europeo desde el Renacimiento hasta el
siglo XX. La imagen idealizada de Grecia revivió en el estudio filológico de
los textos y la arqueología de sus ruinas. El filohelenismo tuvo larga vigencia
en la Europa ilustrada y la romántica. Keats dijo: “Los griegos somos
nosotros”. Son los europeos —alemanes, ingleses, franceses, italianos— quienes
han recobrado a fondo la cultura clásica en Grecia, quienes han estudiado tan a
fondo a Homero y a Platón. La nostalgia de lo helénico fue un síntoma europeo.
En su artículo ¿Por
qué Grecia?, evocando el libro de J. de Romilly, Vargas Llosa
recordaba cuánto guarda Europa de su luminosa cultura. Tal vez, sí, nos estemos
alejando, a zancadas, de ella. Cierto es que la economía no suele ser compasiva
con la cultura. Cierto que los griegos de hoy no son los hijos de Pericles.
Pero aun así, pensar en una Europa que deje excluidos a los griegos, parece —no
solo en un plano simbólico— un gesto notablemente bárbaro, muy en contra de
nuestra tradición humanista.
CARLOS GARCÍA GUAL 7
JUL 2012 EL PAÍS
Il·lustracions:
1 Apol·lo de Belvedere. Leocares.
ca. 350 a.C. Còpia romana. Marbre,
2,24 altura. Museus Vaticans. Winckelmann i els
neoclàssics la consideren cànon de l’escultura clàssica. Representa el déu en
el moment posterior de dispara la fletxa amb el seu arc.
2 Guerrer
Gal. Marbre de Paros. ca. 100 a.C. Delos. El guerrer, ferit a la cuixa, cau a
terra recolzant-se amb el genoll dret i es defensa amb el seu braç esquerre.
Escola de Pèrgam.
REC: Home de Vitrubi de Leonardo da Vinci (s. XV) i canon de Policlet
(s. V aC) http://momentulum.blogspot.com.es/2012/03/vaga-general-29-iii-2012-contra-la.html
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