EL ROTO, SETEMBRE 12, EL PAÍS en alusió a l'emisió de "corrides" per TVE |
Un article sense desperdici
de Josep Ramoneda al País valora la
darrera reforma educativa a España de “Una, catòlica i elitista”, pilar
ideològic del PP. Posa el dit a la llaga quan assenyala el fracàs de l’ensenyament
en la incapacitat política de generar una legislació educativa estable i preveu
la seva caducitat en arribar la propera alternança política.
Una,
católica y elitista
Esta derecha no
cree en los valores democráticos y liberales de una sociedad abierta
Una,
católica y elitista. Esta es la escuela que nos propone José Ignacio Wert,
el ariete ideológico del Gobierno. Y hemos de suponer que se corresponde con la
idea de España que tiene el PP. Aznar inculcó al PP una idea que le ha dado
muchos éxitos: la lucha ideológica es fundamental en política. Sin duda el
Gobierno de Aznar fue el más ideológico de la historia de la democracia
española. Se fue Aznar y tomó las riendas Mariano Rajoy. Un cambio abismal de
carácter. A Rajoy le gusta ir de hombre tranquilo, sin prisas y sin perfil
demasiado preciso. La suma de sus políticas no deja dudas sobre sus
intenciones. Pero la disposición de su espíritu hace que no sea peleón. Sin
embargo, no tiene dudas de que su misión es consolidar la restauración
aznarista. Aznar lo hacía desde el liderazgo, Rajoy lo hace desde las
bambalinas, su territorio preferido. La misión está en manos de dos ministros
con rasgos singulares: el narcisismo incontenible de José Ignacio Wert y la
ambición educada del conservador Alberto Ruiz Gallardón. Al primero le puede el
ego, el segundo tiene más oficio y destreza, pero para muchos, que no sabían
que bajo su imagen cordial y abierta habita un espíritu muy de derechas, ha
sido una sorpresa. Gallardón está ahora apagadito porque lidiar con los jueces
no es baladí. Pero volverá a ser noticia pronto.
Ahora es el momento Wert. Uno de los disparates de la política española es
que haya sido imposible generar una legislación educativa estable.
Evidentemente, la educación es un lugar estratégico desde el punto de vista
ideológico. Nada de lo que se decide sobre ella es inocente. La prioridad en la
distribución del gasto en las distintas fases escolares, por ejemplo, es toda
una declaración de principios. La misión de Wert es clara: cargarse el legado
secularizador y los mecanismos compensatorios de desigualdades y afirmar la
unidad lingüística nacional, a costa de las lenguas propias de algunas
comunidades autónomas. A ello se ha empleado el ministro con más entusiasmo que
acierto, porque sus modos torpes provocan bloqueos en los procedimientos y la
ley no acaba de llegar. Pero la misión viene ordenada desde arriba. Y Wert la
llevará a cabo. La Iglesia se cobra su pieza soñada: la asignatura de Educación
para la Ciudadanía. Con lo cual queda claro que tenemos una derecha que no cree
en los valores democráticos y liberales propios de una sociedad abierta y sigue
dando a la Iglesia vara sobre los niños. La meritocracia se convierte en el
horizonte ideológico de la escuela, es decir, formar niños para la
competitividad —y no para la cooperación— haciéndoles creer que sus hazañas son
méritos propios, como si ellos fueran responsables del espermatozoide
afortunado que les llevó al mundo. Y se liquidan las clases complementarias y
los instrumentos que permitían ayudar a los que tenían más dificultades. El
fracaso escolar importa poco. Al Gobierno solo le interesa la jerarquización
social ya desde la escuela. Por supuesto, la escuela privada es el gran amigo a
proteger. En fin, Wert liquida las políticas lingüísticas de las comunidades
autónomas, cargándose un amplio consenso de muchos años, que en el caso catalán
había evitado la división del país en dos comunidades lingüísticas. Quizás
romper Cataluña en dos sea la fantasía del PP para las batallas que se
avecinan. Todo esto en medio del barullo de un ministro que hace mucho ruido
pero se atasca en el proceso ejecutivo.
¿Cómo
acabará Wert? Cuando haya culminado la tarea que se le ha encargado
probablemente se le enviará a casa a la primera remodelación. Alcanzados los
objetivos, ya se podrá dar paso a una persona de un perfil más comedido. Pero
detrás de los excesos de Wert está Mariano Rajoy y está el PP. Es una opción
ideológica de fondo al servicio de una idea de la sociedad y de España. Con una
derecha que sigue privilegiando a la Iglesia católica, como si la revolución
liberal no hubiese existido, que ve la escuela como instrumento de preparación
para la competitividad, y que ata en corto la diversidad cultural del país, hay
poco que pactar. Ni siquiera deja espacio para la colaboración con los
nacionalismos conservadores periféricos, correligionarios en muchas cuestiones
de dinero y valores. Más allá de las maneras del ministro, una vez más se
pierde la oportunidad de una ley de educación consensuada para unas cuantas
décadas, que dé estabilidad al sistema educativo. La contrareforma Wert ni está pensada para el futuro ni
tiene otro objetivo que ratificar las querencias ideológicas de la derecha
española. Nacerá con fecha de caducidad: la próxima alternancia.
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